Un fragmento
[Ante el sopor de la misa, al inspector Guillermo Niño le da por fantasear con una epifanía]
Las palabras del sacerdote llegaban hasta la cúspide de la nave de la catedral, resonando su santidad en cada esquina, y Guillermo soñaba con su epifanía. Un cruzado, un caballero de antaño. Defendió la fe contra sus enemigos. La cruz sacrosanta sobre el rojo y el amarillo de la nación. Los nombres de los héroes de leyenda, de los defensores de la fe y la patria: los santos reyes de Castilla y Aragón, el Cid, los conquistadores llevando la palabra eterna a los salvajes, la espada, la Biblia, los caballeros de Aquel-Que-Nos-Fue-Enviado contra las hordas rojas, de aquel que reposa plácidamente bajo la losa eterna del Valle monumento a los mártires de España y Dios…
¡CALVO SOTELO! ¡JOSÉ ANTONIO! ¡FRANCO!
¡FRANCO! ¡FRANCO! ¡FRANCO!
¡Quién hubiera podido estar en aquellos desfiles de la victoria! ¡La rutilante y temible guardia mora! ¡Los requetés, cruzados de la religión y la tradición! ¡Los falangistas, incansables luchadores contra la Hidra Roja que venía de oriente! ¡Los obispos bendiciendo el holocausto de enemigos! ¡Los viriles legionarios condecorados en oro y sangre, colores de la Nación Eterna agraciada por Dios! Y cerrando el desfile, ÉL: ¡el Caudillo!, ¡el César!, ¡el General Victorioso!, ¡el Conductor del Pueblo! Aquel que salvó occidente de la amenaza secular de los enemigos de la Santa España, alzando el brazo, saludando a todos como un padre generoso: toda la gloria de la historia de la nación reunida en ÉL.
EL SALVADOR (la mentira hecha hombre)
… La paz os dejo, mi paz os doy…
Las botas marchaban sobre la calzada al ritmo germánico HEIL HITLER y bajo ella retumbaban los huesos de los enemigos. La justicia dejó las manchas rojas sobre la tapia del cementerio de la Almudena Los buenos españoles nada tienen que temer en la España de Franco Ego te Absolvo Apunten Fuego
POR EL IMPERIO HACIA DIOOOOOOOOOS
–Podéis ir en paz –dijo el sacerdote, y la congregación de fieles inició la desbandada.